“Esperaba cumplir mis 60 para jubilarme, pero no pudo ser", dice Silvia con voz quebrada a Puntal. La vida le dio un giro inesperado y el sistema previsional, que no la reconoció en sus años de trabajo, ahora le exige un monto casi imposible de alcanzar. Sin la moratoria previsional, que cerró en marzo, se ve obligada a pagar la deuda para llegar a un monto mínimo de aportes.
Un trabajo invisibilizado
Silvia trabajó en su juventud, pero durante más de 30 años dedicó su vida al cuidado de su madre enferma y sus dos hijas. A pesar de haber trabajado en diferentes momentos de su vida, sus empleadores no siempre registraron los aportes previsionales. Esto la dejó fuera del sistema, sin la posibilidad de acceder a una jubilación por su cuenta.
"Pensé que cuando cumpliera 60 años podría jubilarme, tener un poco de paz, dedicarme a mi salud, ir al médico sin estar dependiendo de otros. Pero ahora, todo se ha hecho mucho más difícil" , cuenta atravesada por la angustia. "Es humillante. Cuidé a mi mamá hasta que falleció, crié a mis hijas, trabajé, pero ahora el Estado me exige un monto imposible", explica.
Silvia sufre de úlceras varicosas en ambas piernas, una enfermedad crónica que no ha podido tratar debido a la falta de recursos y por dedicarse tiempo completo al cuidado de otros. "Con la jubilación, aunque sea mínima, podría acceder al PAMI, comprar medicamentos, ir al médico. Pero ahora todo depende de si consigo reunir el dinero que me piden", comenta.
¿Qué es la PUAM?
La Pensión Universal para el Adulto Mayor o PUAM es un “beneficio” que otorga la ANSES a aquellas personas mayores de 65 años que no han reunido los 30 años de aportes requeridos para obtener una jubilación. Es un monto equivalente al 80% de una jubilación mínima, pero para acceder a ella, la persona debe esperar hasta los 65 años. Para quienes tienen 60 años, como es el caso de Silvia, la PUAM es su única opción si no logran regularizar sus aportes.
En abril de 2025, los titulares de la PUAM recibirán un monto de $228.656,51, además de un bono de $70.000, lo que significa un total de $298.656,51.
"Este dinero no es mucho, pero al menos te da la posibilidad de ser independiente, no tener que depender de tus hijos, de tu familia. Te permite vivir con dignidad", comenta con humildad Silvia.
Una última posibilidad de alcanzar la jubilación
Frente a la desesperación, sus hijas decidieron organizar una rifa solidaria para ayudarla a reunir el dinero necesario. La rifa tiene como premio principal $ 100.000 pesos en efectivo, además de otros premios donados por amigas y compañeras de estudio de la hija. Cada número cuesta $ 4.000 pesos y el sorteo se llevará a cabo el sábado 26 de abril en el marco de la Lotería de Córdoba.
Silvia reconoce que la rifa es su última esperanza: "Pensé que era imposible. Fui vendiendo todo lo que pude. Mi hija me insistió en que no bajemos los brazos y acá estamos".
Los sacrificios de una vida dedicada a otros
A lo largo de su vida, Silvia ha sido testigo de sacrificios y dificultades. Se hizo cargo del cuidado de su madre hasta que ella falleció por complicaciones derivadas del COVID-19. Tras su muerte, Silvia se sintió perdida, sin el apoyo que representaba su madre. "Mi mamá era mi sostén, después me quedé a la deriva. Pensé que una vez que cumpliera los 60 años, podría jubilarme y descansar. Pero todo se complicó", reflexiona.
Silvia cuenta a Puntal que, a pesar de las dificultades, nunca se arrepintió de haber cuidado a su madre. "Lo volvería a hacer, sin dudarlo. Ahora solo quiero que mis hijas no tengan que vivir lo mismo que yo, que no dependan de la buena voluntad de los demás, como hice yo durante tantos años".
“No tengo opciones”
"Hoy vivo con la más chica, ella me sostiene. A veces me da vergüenza depender de ellas y de mis hermanos, pero no tengo más opción", dice Silvia entre lágrimas.
Y confiesa que sueña con que ella no tenga que repetir su historia. “Le digo siempre que tiene que salir adelante. No quiero que sea otra Silvia. No se merece este futuro. Merece vivir la vida que ella elija. Yo ya dependí la mitad de mi vida de otros, quiero jubilarme porque ahora me toca a mí”.
La rifa, organizada por sus hijas, es su última oportunidad para poder jubilarse y acceder a los beneficios de la Pensión Universal para el Adulto Mayor. "Si logramos vender los 500 números que necesitamos, con eso cubro lo que me falta. Estoy al límite", dice. Recomienda comunicarse con su hija Milagros al 3516817483, para comprar los números, y pide dejar en claro: “Esto no es ninguna estafa ni nada de esas cosas que hoy hay muchas. Ella me ayuda y pone su cuenta porque yo no tengo ni CBU”.
"Este es un último recurso", reconoce Silvia, sin poder ocultar la angustia que siente. "A veces pienso que nunca voy a conseguirlo, que esta situación no tiene solución. Pero confío en Dios, en que todo se va a resolver. No pido mucho, solo un poco de paz, de dignidad, de poder vivir tranquila, poder ser independiente".
Cuando le preguntan qué haría si logra jubilarse, no duda: “Me gustaría ir al centro, mirar vidrieras, caminar un poco. Ahora estoy encerrada todo el tiempo. Sueño con poder decir: esto lo compré yo, nadie me lo tuvo que dar”.
A veces se traba al hablar, se le hace un nudo en la garganta y pide perdón por llorar. Casualmente reconoce que se le caen las lágrimas cuando tiene que hablar de ella, tanto tiempo se ha ocupado de las necesidades de otros que ahora le duele ver el tiempo que ha pasado sin “mirarse”. “Fui perdiendo algunos dientes, mis heridas las dejé estar, pensando que más adelante habría tiempo para mí”.
Silvia no tiene ayuda del gobierno provincial ni nacional. No entra en ningún programa y no cuenta con otra fuente de ingresos. “Estoy al límite. Fui vendiendo lo poco que tenía, nos fuimos arreglando como pudimos, y esta rifa es el último recurso. No pido caridad, solo una oportunidad”.